domingo, 9 de febrero de 2014

DESAPARICIÓN



Un rumor se está extendiendo por la nube… hay informaciones contradictorias sobre la supuesta desaparición de Sarah Conrad, hija del gerente Leo Conrad. Hemos consultado a la policía pero está sostiene desconocer el asunto y no le consta denuncia alguna sobre su desaparición. Por el momento nos ha sido imposible ponernos en comunicación con la oficina del gerente o alguien que pueda informarnos sobre el tema. A lo largo del día iremos informándoles sobre las posibles novedades.
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El frio me devuelve a la vida, mi carne se asemeja al mármol de las estatuas clásicas. Ruido de pasos apresurados. Un hombre alto, grande, con un abrigo largo y oscuro se acerca decidido hacia mí. Detrás sus guardaespaldas apresuran el paso para no quedarse atrás. Está irritado, huelo problemas.
“Ha visto las noticias, ¿lo ha filtrado usted?”, está muy enfadado, una persona de su posición no se acerca dando gritos, sin saludar antes.
Retrocedo un poco, como queriendo esquivar su embestida. “Sr. Conrad, cálmese… No sé de qué me habla”.
Acerca su cara a la mía, “las noticias… han dicho lo de la desaparición de mi hija… no paran de llamarme”. Su cabeza se inclina sobre mí amenazadoramente, recuerda un águila cerniéndose sobre su presa. Es un hombre alto para la media y yo baja para la misma dichosa media, su abrigo largo de hombreras anchas y cuello alto grande reafirman su pose de rapaz.
Me repongo. “No sé de qué me habla… no soy mujer de noticias, tengo ese canal de mi comunicador desactivado… y aparte de usted no he hablado con nadie más esta mañana. No tendría sentido quedar con usted en un parque si estuviera contándolo todo”.
Observa, como si no supiera que hacer, el águila no piensa, actúa clavando sus garras en la presa; pero él no está seguro. Sus guardaespaldas permanecen a un metro tras él. Debo tomar la iniciativa sino acabará mal.
“Sr. Conrad, por favor, cuénteme que ha sucedido y porque está tan alterado… Y si no quiere que se sepa nada más, dígale a sus amigos que se retiren un poco… esto parece más un debate que una charla privada”. Quiero aparentar seguridad comenzando a caminar y haciendo un gesto con la mano a los guardaespaldas.
El gerente duda, pero se vuelve y les dice que se mantengan atrasados. Se pega a mí. “La prensa se ha enterado de la desaparición de Sarah y alguien ha tenido que contárselo y solo lo saben el jefe Buzek y usted… No creo que Buzek lo haya contado”.
“Así que sólo quedo yo”, le miro esperando ver su reacción, pero mantiene la mirada fija en sus pasos; parece que se ha calmado. “Yo personalmente, y con todos los respetos, no me fiaría de Buzek… y por mi parte no tengo ningún interés en este asunto”.
“Siempre hay un interés; la cuestión es que se sabe, es público y ha sucedido en el peor momento. Si averiguo que ha sido usted se puede despedir de su trabajo”. Se para y me mira fijamente como para dar validez a su amenaza.
“Tendré que irme a Hamburgo…” Miro a los árboles, para quitar importancia a lo que acabo de decir, sólo veo ramas desprovistas de vegetación blanqueadas de nieve, algunas coníferas intentan mostrar algo de verde debajo del manto blanco.
“¿Cómo dice? Me toma el pelo”. La irá vuelve a reflejarse en sus ojos.
“Perdone Sr Conrad, no me haga caso. La cuestión ahora es que hemos perdido el factor sorpresa, su hija ha desaparecido y es público”.
“El motivo de quedar en el parque y aguantar este frio, es evitar las escuchas… Usted tuvo que llamar al jefe Buzek para pedirle ayuda, ¿no? Pueden tener pinchado su comunicador”.
“Imposible va cifrado, recuerde, canal especial para autoridades”. Pienso que cualquiera puede hackearlo, pero me abstengo de hacer la observación.
“Sr. Conrad, nos estamos perdiendo en las ramas del asunto. Cualquiera puede haber filtrado la noticia, incluida su hija o sus secuestradores”.
“No es un secuestro… se ha fugado”, asevera con decisión.
“¿Cómo está tan seguro?, observo el parque a nuestro alrededor no veo a nadie, excepto los aburridos guardaespaldas; si hubiera un dispositivo de escucha, con la nevada tendría que estar a la vista.
“Porque se lo digo yo… además ha dejado una nota y no ha ido al instituto”.
“Todos los adolescentes se saltan las clases, puede ser una broma o un enfado por un capricho; no se imagina como pued…”
“Le he dicho que se ha fugado, es la única hipótesis de trabajo que tiene usted que tener en cuenta”. Se muestra cortante, se nota que es un hombre acostumbrado a mandar, pero sobre todo de ideas fijas.
“Si usted insiste, pero necesito ver esa nota y saber más cosas sobre su hija”.
“La nota es privada y no le concierne. Por lo demás pregunte”.
Me cansa esa actitud, me parece que aquí como no ponga orden no voy a sacar nada en claro. Me paró en seco y me quedo mirándolo a los ojos unos segundos, observo que su cabeza está completamente blanca de nieve; la mía imagino estará igual pero un hombre como él acostumbrado a las comodidades no debe de estarlo mucho en este momento.
Me acerco más a él y hablo en voz baja pero firme, se acabó el formalismo, “mire gerente, a mí no me venga con historias, dice usted que su hija ha desaparecido porque no ha ido al instituto y ha dejado una nota. Eso no se lo cree nadie, si usted piensa que ha desaparecido es porque ha pasado algo, entre ustedes o con otra persona, y no le gustaría que se supiera…
“Cómo se atreve a hablarme…”
“Calle, gerente, ¿Qué pasó, le prohibió ir con su novio? ¿Está embarazada? ¿Tiene asuntos turbios? ¿Mafia? Porque hay dos cosas que no me explico, primero que teniendo miles de policías a su disposición necesite a alguien como yo para buscar a su hija y segundo que esté tan seguro de que se ha fugado y no quiera enseñarme la nota”. Mi ataque directo parece desconcertarlo, esquiva mi mirada, me mantengo a la expectativa.
“No tiene novio, al menos que yo sepa”, balancea su cuerpo como probando la estabilidad de su eje de equilibrio y se quita la nieve de la cabeza. Parece que quiere parar de nevar. Pero el frio es más intenso aún, mi estómago ruge de hambre y mi piel se eriza aterida. Noto los pezones duros bajo la ropa. Helada.
“Hay cosas que no puedo revelarle… me avergüenzo de mí mismo…”, la cosa se pone interesante, he logrado llevarlo a mi terreno. Se impone el tacto.
“¿Abusos?”, pregunto con suavidad.
Vuelve a andar, permanece callado. Si es así entiendo que no quiera denunciar la desaparición, ni quiera publicidad, sería su final. Todo cuadraría. Otro pederasta repugnante.
Sigue en silencio, damos vueltas por las diferentes calles del parque, los árboles, el ejército de este reino helado, forman ante nosotros con sus armas cubiertas de nieve. Los guardaespaldas nos siguen aburridos. Enciendo un cigarrillo.
“En los parques está prohibido fumar”. Me índica el gerente sin mirarme.
“No veo muchos niños por aquí”. Ignora mi respuesta.
“Tome”. Me extiende un papel de colegial, plegado varias veces. Lo abro: ...

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